Secundaria Ortiz celebra la herencia y la diversidad con su programa mariachi

Era una húmeda mañana de mayo y para muchos ciudadanos de Houston la escena que se desarrollaba sobre el escenario de la Secundaria Ortiz era familiar.  

Los músicos, vestidos con pantalones bordados, sombreros de ala ancha y coloridas corbatas de seda,  tocaban vihuelas, guitarrones, trompetas y otros instrumentos típicos de la música mariachi.

Pero lo que hace especial a este grupo es que todos sus músicos tienen menos de 14 años.

“Me hace sentir vivo”, dijo Joshua Campos, estudiante de sexto grado. “Cuando toco, mis problemas simplemente desaparecen. Solo pienso en la música”.

La Secundaria Ortiz está ubicada en el vecindario de Glenbrook Valley y muy cerca del ajetreado aeropuerto Hobby. Hace 4 años fue nombrada escuela Magnet de las artes visuales y escénicas.  

El programa de Ortiz es uno de los diez programas que tiene el Distrito Escolar Independiente de Houston para sus escuelas primarias, secundarias y preparatorias.

La música mariachi es un género con profundas raíces en la cultura mexicana y que se remonta siglos atrás. El programa de la escuela Ortiz se inició para ayudar a que los estudiantes aprovecharan la diversidad de la escuela y de Houston, además de brindar la oportunidad para que aprendan sobre la música tradicional y la historia y significado que hay detrás de sus canciones.

Pero es mucho más que música.

“Les da una vía para expresarse”, dijo Tina García, coordinadora escolar de Bachillerato Internacional. “Realmente les proporciona una buena base para el trabajo en equipo, la expresión y la autoaceptación. Los niños cambian.”

Para muchos estudiantes, la música mariachi es algo personal. Miguel Castaño-Pérez, estudiante de séptimo grado y músico de guitarrón y trompeta, lleva tocando solo tres meses. Pero la música siempre ha estado presente en su familia.

“Participo en el programa mariachi porque mi abuelo era mariachi”, dijo. “Aprendí de él antes de que muriera y quiero ser como él”.

Ángel Hernández, director del programa, lleva casi dos décadas dedicado a su programa mariachi. Creció en Cuba y se familiarizó con la música al trasladarse a Latinoamérica. Cuando llegó a Houston ya sabía que quería dedicarse a enseñar el valor de la música a las siguientes generaciones.

“Psicológicamente, tener un instrumento en las manos es muy positivo en los años de formación”, dijo Hernández. “Cuando alguien sostiene un instrumento no es capaz de sostener un arma”.

Según Tina García, el estatus de escuela Magnet de Ortiz ha “transformado el entorno”.

“Me encanta estar aquí después de la escuela porque puedes caminar por los pasillos, oír música, oír otros instrumentos sonar, ver a los niños pintando murales en el suelo y escuchar las voces provenientes del escenario”, dijo ella.

Sobre él, los estudiantes interpretan una mezcla de música tradicional mariachi. El trabajo en equipo es evidente. Durante un descanso dos trompetistas juntan sus cabezas para tocar una parte de la canción particularmente complicada.

Para Hernández, la colaboración en el equipo es siempre bienvenida y verla es algo cotidiano. “Tocar un instrumento crea sentimientos nobles”. Dijo. “Es un trabajo colectivo porque es lo que un grupo mariachi es: un grupo, una familia”.

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