El campamento M.I. Way, educa tanto a sus participantes como a sus consejeros

Emerson Greer, una estudiante de CECHS (sosteniendo un paraguas), acompaña a un participante del campamento M.I. durante una actividad acuática.

Emerson Greer, una estudiante de CECHS (sosteniendo un paraguas), acompaña a un participante del campamento M.I. durante una actividad acuática.

En las últimas semanas, alumnos de las secundarias y preparatorias de HISD han sido consejeros voluntarios del campamento M.I. Way, un programa diseñado especialmente para darles a los estudiantes que tienen múltiples impedimentos, la oportunidad de practicar y mejorar sus habilidades sociales de manera divertida.

El campamento está a cargo de Homerun Hitters International y en él, los estudiantes consejeros, guían a los participantes a través de diversas actividades en las que se involucra los cinco sentidos. Emerson Greer, una joven que este otoño cursará su año junior en la Preparatoria Challenge Early College, ha sido consejera del campamento durante dos años y a continuación describe cómo ha sido su experiencia.

La gente normalmente le teme a lo que no puede entender y así me sucedió al principio. Nunca antes había tenido ningún contacto  o ninguna experiencia, ni en la primaria ni en la secundaria, con niños o muchachos con necesidades especiales. Y heme ahí, como voluntaria de un campamento para ellos, que se llevó a cabo durante todo el mes de junio.

De lo que más miedo yo tenía era de lastimarlos o de hacer las cosas mal y no ser capaz de reconocerlo. Después de todo, la mayoría de los niños en el campamento M.I. Way están en sillas de ruedas y, alrededor del noventa y nueve por ciento de ellos, no puede hablar. ¿Cómo iba yo a saber si los estaba incomodando o les estaba causando algún daño? ¿Cómo iba a darme cuenta de si estaba haciendo lo correcto? En realidad, sólo hay tres palabras que responden esas preguntas: enfocarse, creer, interpretar.

El primer día que entré a la cafetería de la Escuela T.H. Rogers para saludar a los participantes del campamento, yo estaba muy temerosa. Claro, los niños parecían inofensivos, pero a mí me aterraban. Entonces me detuve un momento y me pregunté, “¿Por qué tengo miedo? Probablemente ellos estén tan aterrorizados de mí como yo de ellos. “Así que me propuse a componerme y me acerqué a saludarlos tal como me habían enseñado durante mis tres días de entrenamiento.

Lo primero que me enseñaron a hacer fue esperar hasta que el campista me mirara y luego decirle: “Ah, veo que me miraste. ¡Qué gran manera de decir hola!”. Como lo dije anteriormente, casi ninguno de los participantes puede hablar, es por eso que el contacto visual es su manera de decir “hola”. A continuación, debes hacer un jonrón con él y lo que eso significa es que debes estar muy atento a sus movimientos pues cada uno de ellos representa una base. Por ejemplo, si el niño mueve el pie, tú le dices, “Veo que moviste el pie. ¡Hiciste un estupendo trabajo! Hemos llegado a la primera base”. Y así sucesivamente hasta que se anota un jonrón. El punto es ayudar a que los muchachos se den cuenta de lo que están haciendo y elogiarlos por ello. Después del ejercicio del jonrón, se le dice al niño, cuáles serán las cinco actividades que van a realizar ese día y después salen de la cafetería, con el resto de los participantes y consejeros para dirigirse a la zona de campamento.

Esta zona es un salón enorme que cuenta con un área externa en donde los niños pueden realizar todo tipo de actividades como jugar beisbol y boliche, correr en una pista para carreras en sillas de ruedas, comprar en una “tienda” en donde se vende conos de nieve de sabores y una cascada con muchos juguetes. El niño con el que pasé la mayor parte del tiempo durante las tres semanas que fui consejero disfrutaba mucho la cascada de juguetes. Todos los días se sentaba en frente de ella y empezaba a chapotear. Varias veces tuve que “arrancarlo” del agua cuando ya era hora de hacer una actividad diferente pues él no quería irse ya que se estaba divirtiendo mucho.

Después de unos días, poco a poco empecé a sentirme más cómoda entre los campistas. Jugaba en el agua con mi compañero y hasta dejé que me bañara con la pistola de agua; también lo conduje durante las carreras de sillas de ruedas y lo ayudé a jugar bolos. Pronto me di cuenta de que ya no tenía miedo y de que estos niños en realidad no son tan muy diferentes de los otros. Claro, que no pueden hacer todo, pero merecen divertirse y que se les trate igual que al resto del mundo. De eso se trata el campamento M.I. Way y una vez que me di cuenta, pedí el miedo y empecé a sentir como si estuviera jugando con un amigo o un hermano y fue ahí donde empecé a divertirme también.

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