En esta entrega semanal de “Yo soy HISD”, que presenta perfiles de estudiantes, graduados, empleados, voluntarios y otros miembros del equipo HISD, Elba Rubial, la trabajadora social de la Academia Sugar Grove, platica sobre por qué comenzó a trabajar en las escuelas públicas, qué la impulsó a cambiarse del nivel de preparatoria al de secundaria, y de una de las dificultades más grandes del servicio a estudiantes refugiados.
Empecemos con un poquito de historia. ¿Cuánto hace que es trabajadora social, y cuándo se integró en el Equipo HISD?
Hace 25 años que soy trabajadora social. Comencé trabajando con víctimas de violencia doméstica en el albergue para mujeres Houston Area Women’s Shelter, y estuve allí dos años y medio. También trabajé en el Hospital para Mujeres y Niños de San Antonio, en la sala de emergencias. Me cambié a HISD hace cinco años y trabajé en la Escuela Preparatoria Westbury cuatro de esos cinco años. Éste es mi primer año en Sugar Grove.
¿Qué la motivó a cambiarse a las escuelas públicas?
Después de tener mi propio hijo, quería pasar los veranos con él. Pero también tuve que atender a muchas víctimas de violencia doméstica en el hospital, y yo tenía que denunciar el abuso a la agencia protectora de menores. Una vez que los niños se iban de la sala de emergencias, yo nunca sabía qué había sucedido con ellos, pero quedaba pensando en su bienestar. En cambio, en una escuela yo puedo ver a esos niños todos los días y saber que están vivos. Tengo la oportunidad de hacer seguimiento, de asegurarme de que están a salvo, y en los mejores casos, de verlos sanar.
¿Hubo alguna razón en particular por la cual decidió cambiarse de una escuela preparatoria a una secundaria?
Sí. En la escuela preparatoria, los jóvenes están en una etapa de explorar hasta dónde pueden llegar sin pasarse de la raya y tratando de lograr su independencia, y eso puede crear mucha fricción en el hogar. Cuando un hijo o una hija llegan a los 17 años, algunos padres dicen “¿Sabes qué? Yo ya hice mi parte. ¿Quieres independencia? Pues, aquí la tienes; arréglatelas tú solo”. Y los jovencitos no tienen adónde ir. Sus opciones son muy limitadas. En la secundaria todavía están los padres de por medio. Y yo pensé, “Si pudiera atenderlos cuando son menores, tal vez podría ayudarlos antes de que las cosas lleguen a ese punto”.
Esta zona de la ciudad ha visto un gran influjo de refugiados de países azotados por la guerra. Me imagino que algunos de los niños estarán traumatizados por las cosas que han vivido. ¿Cuáles son algunas de las dificultades del servicio a esos estudiantes?
Nuestro mayor obstáculo es poder acogerlos y hacer que se sientan bienvenidos. Yo trato de cruzar la mirada con ellos todos los días para que sepan que estamos aquí para servirlos.
La directora de Sugar Grove me dijo que las trabajadoras sociales en general no van más allá de atender a los niños, pero que usted sí lo hace, consiguiéndole alimento, albergue y ropa a la gente. También comentó que aunque otras personas tienden a atribuir las situaciones a problemas de disciplina, usted le ve otra dimensión, y que tiene la habilidad para llegar a la raíz de los problemas porque investiga más a fondo. ¿A qué se debe?
Bueno, no sé si diría eso (sonríe). Es que tengo contactos porque antes trabajaba en un albergue. Se trata de asegurarnos de que las familias puedan llegar adonde deben llegar en materia de vivienda y otros servicios, porque muchos de ellos se sienten totalmente agobiados. A veces yo escribo cartas en nombre de las familias porque tal vez ellos no pueden explicar su situación por completo, o no saben cómo desenvolverse en nuestro sistema.
Gente de HISD: “Cuando trabajé en el hospital tuve que atender a muchas víctimas de violencia doméstica, y yo tenía que denunciar el abuso a la agencia protectora de menores. Una vez que los niños se iban de la sala de emergencias, yo nunca sabía qué había sucedido con ellos. Pero en una escuela, yo puedo ver a esos niños todos los días y saber que están vivos. Tengo la oportunidad de hacer seguimiento, de asegurarme de que están a salvo, y en los mejores casos, de verlos sanar”.
Elba Ruibal
Trabajadora social
Academia Sugar Grove