En el año 2000, Reed Hastings, CEO de Netflix, se reunió con John Antioco, CEO del gigante del alquiler de películas, Blockbuster. Hastings le pidió a Antioco que comprara su incipiente Netflix y creara una plataforma de transmisión digital. Antioco lo rechazó. En el 2010, tan solo una década después, Blockbuster se declaró en bancarrota y, bueno… ya conocemos la historia de Netflix.
Sospecho que, en el 2000, los accionistas de Blockbuster estaban satisfechos con su líder y contentos con las ganancias. Una encuesta a los clientes probablemente habría mostrado gran satisfacción con las tiendas. Pero los líderes de Blockbuster no miraron lo suficientemente lejos hacia el futuro. Hicieron mejoras e “innovaron”, pero nunca cambiaron los principios básicos de su sistema de proveer películas a los clientes. O bien carecían de visión o cayeron presa de la perdición de muchos aspirantes a visionarios: una estructura de incentivos abrumadoramente centrada en éxitos a corto plazo.
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